martes, 6 de enero de 2015

AÑO NUEVO


Ya han acabado, por fin, las fiestas de navidad; esas fiestas que, cada vez más, se hacen pesadas y aburridas. En los últimos años se han desvirtuado tanto que ya no son fiestas. Es una oda al consumo, el gasto inútil y la hipocresía. Quizás debería decir HIPOCRESÍA, con mayúsculas. Porque no hay nada más hipócrita que desearnos paz, amor y buena suerte para el nuevo año cuando se está pensando en "a ver de qué manera apuñalo a éste el año que viene". Muchos están deseando que la mala suerte le llegue cruelmente a su hermano, al cuñado, al amigo o al vecino que le cae mal. Pero muestran una sonrisa de oreja a oreja, le dan una palmada en el hombro y le espetan a bocajarro: "Feliz Navidad, que lo pases muy bien y que tengas un buen año nuevo". Y, mientras, preparan con alegría la piedra de esmeril para afilar las dagas, espadas, puñales y hachas con las que hacer picadillo al saludado.

Y qué decir del tinglado que se monta en estas fiestas. Comidas familiares, pasteles, polvorones, turrones..., un pantagruélico festín interminable perjudicial para la salud. No sólo la estomacal, que también, sino la física. ¡Cuántos no acaban en el hospital por una discusión con la familia que acaba a puñetazos y mandobles! En noches de paz y amor.....

Y ese consumismo al que nos condenan los mercados. En estas fiestas hay que comprar ropa nueva, platos, vasos, manteles, cuberterías, adornos, regalos.... ¿De verdad es necesaria toda esa parafernalia para cenar una noche que, en el fondo, no deja de ser una noche más? ¿Es necesario gastar tanto dinero en todo eso cuando hay millones de personas en este país que no tienen ni para cenar?

¿Nos acordamos en estas fechas de los casi cinco millones de parados que no tienen ningún ingreso? 

¿Tenemos consciencia de que hay miles de personas que no tienen luz para alumbrarse, gas para calentarse ni agua para poder beber o asearse?

¿Nos acordamos de los que han sido desahuciados y no tienen un techo donde cobijarse en las frías noches de invierno?

Pues la mayoría no. Sólo piensa en divertirse, llenar la andorga hasta reventar, salir a bailar y beber con los amigotes a la discoteca, o al botellón, o a cualquier macrofiesta hasta acabar en coma etílico. ¡Menuda diversión! Acabar borrachos e inconscientes, sin tener noción alguna de lo que está pasando.

Los pobres.... A los pobres ¡que les den! Para eso está Cáritas o la Cruz Roja, como dicen algunos políticos con toda la desfachatez de que son capaces. Y otros van de evento en evento zampando y repartiendo sonrisas sin acordarse de los que más necesitan una mirada, una sonrisa, un apoyo.

Pero a pocos políticos, por no decir ninguno, he visto compartir un momento con los desahuciados que no tienen un hogar digno donde refugiarse, ni con los enfermos crónicos a los que se les niega la asistencia sanitaria y los medicamentos, ni con los desahuciados hídricos (ya son miles en España) que no tienen acceso a un bien tan indispensable como el agua porque el suministro está privatizado y, si no pagas, no tienes derecho a beber ni al más mínimo aseo. El agua, un bien que debería ser de uso público, universal y gratuito.

Por eso hablaba de HIPOCRESÍA. Se nos debería caer la cara de vergüenza si realmente fuesemos conscientes de la realidad de nuestro país. Me niego a aceptar que seamos tan inhumanos como para no pensar más que en nosotros mismos y releguemos a todos aquellos necesitados a un segundo plano lo más alejado posible de nosotros.

Empieza un año nuevo. A ver si este año sí pensamos en los más necesitados, somo más solidarios y más humanos.

Y confío en que los que se llaman a sí mismos políticos dejen de pensar en cómo ocupar un cargo para ganar un sueldazo y se impliquen en las necesidades de Juan Torres, un parado con cinco hijos, sin ningún ingreso al que han desahuciado de su casa, o en las de Mayte Pérez, una autónoma que perdió su trabajo con la crisis, se arruinó y ahora malvive en una casa sin luz, gas ni agua porque las empresas privadas de distribución le han cortado los suministros por impago de las facturas, o en Ignacio Torregrosa un doctor en químicas que ha tenido que emigar a Noruega porque en España no encontraba un trabajo acorde con sus estudios, o en Pilar Prieto que trabaja doce horas al día por un mísero sueldo de 300 euros, o en Noelía García, una maestra que ha de trabajar de lunes a domingo en tres sitios distintos para poder ganar apenas 800 euros con los que poder subsistir y pagar la hipoteca de su piso.

Son casos reales, con nombres ficticios. Son esos ciudadanos invisibles que conforman nuestro país y que nunca son tenidos en cuenta por los que ostentan el poder, demasiado ocupados en redecorar sus sedes o en quitar el sillón al otro o en subirse un poquito los altos sueldos que cobran por hacer... ¿qué?.

Difícilmente se puede estar contento con esta situación. Y mucho menos desear Feliz Año a quien no tiene nada, excepto desesperación por su trágica situación. Basta ya de HIPOCRESÍA. Empecemos a actuar y solucionar problemas, especialmente los pequeños problemas de Juan, Mayte, Ignacio, Pilar, Noelia y tantos y tantos otros.

Dejemos de rasgarnos las vestiduras y derramar cenizas sobre nuestras cabezas cuando vemos por la tele a un niño africano extremadamente delgado yendo a buscar agua y comida a muchos kilómetros de su casa.

Aquí, a la vuelta de la esquina, tenemos niños que sufren lo mismo. Niños a los que sus padres no pueden alimentar, calentar, ni siquiera dar un vaso de agua,  porque no pueden pagarlo.

Y a esos no los vemos.

Año Nuevo, Vida Nueva y..... Acciones Nuevas que garanticen la libertad, la igualdad y la dignidad de todos, especialmente de quienes hoy no tienen nada.

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